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CINEMA DE PERRA GORDA

STOLEN FACE (1952, Terence Fisher)

STOLEN FACE (1952, Terence Fisher)

A pesar de su limitado alcance –que en última instancia es lo que evita la consideración de su conjunto como un producto plenamente logrado-, lo cierto es que en STOLEN FACE (1952) ya se vislumbran esbozados, bastantes de los elementos que forjaron el mundo temático que Terence Fisher fue reiterando en su posterior y admirable recorrido por la mítica del género en el seno de Hammer Films. Un estudio en el que se inserta igualmente el título que nos ocupa, en donde ejercerá como ayudante de dirección el posterior guionista Jimmy Sangster, y en el que también cabe reseñar la presencia en el reparto de Andre Morell, en ocasiones posteriores incorporado en varios de los títulos de dicha productora, cuando su inclinación en los confines del género fantástico marcó su periodo de gloria.

 

Pero más allá de estas presencias basadas en elementos del equipo técnico y artístico, lo que más nos debe importar en esta ocasión es atender a esta película como una especie de precursora de temáticas y elementos concretos, que se irán reiterando en el inmediato devenir de la filmografía fisheriana. Es así como encontraremos reflexiones morales en torno al atractivo que ejerce lo monstruoso –ese interés del doctor protagonista; el dr. Philip Ritter (Paul Henreid), por ofrecer una nueva vida a la psicópata Lily Conover (Mary Mackenzie), que se encuentra traumatizada por unas ostentosas cicatrices en su rostro-, en la difícil frontera que se establece entre el bien y el mal, en el límite que también puede marcar el papel del doctor que, en un momento determinado, desea asumir poderes divinos, o en la permanente lucha de clases y sus correspondientes atavismos que siempre ha definido la sociedad británica –ejemplificado en la tendencia de la rehabilitada esposa del doctor, progresivamente inclinada en recuperar el mundo delictivo con que había permanecido en el pasado-… Como se puede comprobar, en esta sencilla película de poco más de setenta minutos de duración, encontramos referencias y elementos que posteriormente desarrollará con más fuerza en títulos como THE CURSE OF FRANKENSTEIN (La maldición de Frankenstein, 1957) THE MAN WHO COULD CHEAT DEATH (1959) o THE TWO FACES OF DR. JEKYLL (Las dos caras del doctor Jekyll, 1960), por citar tres ejemplos concretos en donde tienen una mayor amplitud líneas temáticas presentes ya en esta obra precedente, en la que al mismo tiempo se muestra la madurez técnica del cineasta, por más que quizá la misma no tuviera aún el resorte dramático adecuado para poder confluir en un título lo suficientemente definido y rotundo.

 

El dr. Ritter posee un notable prestigio en Londres como cirujano plástico aunque desprecie propuestas de ancianas adineradas, sin por ello rechazar colaborar con las instituciones penales en un proceso de rehabilitación de delincuentes, que quizá actúen así en base a traumáticas experiencias recibidas en peleas o situaciones que les han provocado ostentosas cicatrices en el rostro. Dentro de dicho contexto, Ritter se comprometerá a ayudar a la joven Lily Conover, totalmente devastada a partir de las horribles cicatrices que posee en su rostro. Pese a dicho compromiso, el doctor atiende el consejo de su amigo y ayudante y se ofrece una semana de vacaciones, conociendo en este aparente descanso profesional a la joven Alice Brent (Lizabeth Scott), con la que ambos inician una tórrida historia de amor, aunque la misma no se pueda consumar ya que la joven se encuentra comprometida con otro hombre. Por ello ambos se separan y Alicia retomará su carrera profesional como pianista, dejando a Ritter totalmente hundido. Sin embargo, en su mente se planteará la posibilidad de mantener el recuerdo de Alice, para lo cual modulará el rostro de Lily aplicándole los mismos rasgos de la pianista. Cuando se produce la mejora en esa operación plástica, un espejismo se adueñará del feliz doctor. Se casará con “su criatura” intentando con ello olvidar la negativa de Alice, y haciendo inicialmente este enlace feliz a los dos desposados. Será un simple espejismo, ya que paulatinamente Lily irá retornando a su personalidad previa, conflictiva y delictiva, recuperando en el fondo su forma de ser, por más que la operación efectuada por su esposo no se ofreciera realmente más que como un intento enfermizo de este por conservar el recuerdo de quien rechazara su amor. Mientras tanto, el prometido y manager de Alice advierte que esta se comporta de forma diferente desde aquel viaje vacacional, por lo que intuye que se ha enamorado de otro hombre y decide dejarla. La pianista decidirá acercarse de nuevo a ese amor tan fugaz como intenso que le provocó Ritter, encontrándose de nuevo con él, aunque comprobando la imposibilidad de relanzar los sentimientos que los dos aún mantienen vivos, ya que Lily en modo alguno desea divorciarse de este, mientras que por otro lado cada vez se comprota de manera más irresponsable. La situación llegará a un punto de difícil solución, hasta que un viaje en tren deje actuar al destino, permitiendo finalmente un futuro en común entre aquellos fugaces amantes, al que un encuentro de una semana realmente cambió la percepción de sus vidas.

 

De STOLEN FACE podríamos retener detalles narrativos y temáticos de notable importancia. Pese a estar ubicada en un periodo más o menos inicial de la filmografía de Fisher podemos destacar en él su destreza cinematográfica, la incorporación activa del elemento escenográfico, el dominio de los encuadres con la ubicación de actores y la profundidad de campo. Y también, como sería uno de los rasgos más distintivos de su cine, nos encontramos con un dominio importante de la presencia de puntos de luz y de sombra sobre la reacción de sus personajes, en el general aprovechamiento que se realiza de fundidos-encadenados –uno de ellos, cuando nos muestra la definitiva relación de Ritter con Lily, fundirá con una diana de dardos, sobre la que observaremos un disparo certero en la misma-. Se puede decir, a este respecto, que el film de Fisher constituye, más que un film fantástico –cuyo ámbito no llega a traspasar-, un melodrama bizarro en el que el protagonismo de dos estrellas norteamericanas, digamos que de segunda fila, proporciona un plus de singularidad. A este respecto, convendría recordar que Paul Henreid había protagonizado pocos años antes un papel de similares características en el inquietante film de intriga HOLLOW TRIUMPH (La cicatriz, 1948. Steve Sekely). Lo cierto es que estas características, la rapidez de su montaje –quizá en algunas ocasiones se echa de menos un mayor metraje para poder expresar debidamente las ideas esgrimidas en su propuesta argumental-, y los nada despreciables aciertos estéticos y de planificación –entre ellos, el recurso reiterado de Fisher de plantear travellings de retroceso tras un encuadre en primer plano, como prueba destacada de una agilidad notable tras la cámara-, no impiden que en su conjunto, no podamos hacer sobresalir STOLEN FACE dentro del conjunto de producciones de intriga emanadas en el cine británico desde los no muy lejanos tiempos de THE LADY VANISHES (Alarma en el expreso, 1939. Alfred Hitchcock). Una vez más, el recurso a secuencias en un tren en marcha devendrá como implacable referencia a un tipo de cine destinado al entretenimiento de las clases populares británicas que, en voz callada, estaba permitiendo a Terence Fisher velar sus armas para que pocos años después, iniciara una apuesta directa, rotunda y renovadora, sobre las mitologías que el cine fantástico tenía guardadas en un hipotético museo de cera.

 

Calificación: 2’5

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